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El mercado laboral ante el freno de la actividad: sectores sensibles y tasas altas

El mercado laboral argentino atraviesa una etapa de tensión. La desaceleración de la actividad y las altas tasas de interés afectan sobre todo a los sectores más intensivos en empleo y dependientes del crédito, que ven limitada su capacidad de expandir el empleo. Algunos logran resistir, pero la falta de señales claras de recuperación y ciertas decisiones de política económica amplifican las dificultades, profundizando las brechas en la generación de empleo de calidad.

Industria, Construcción y Comercio concentran casi el 40% del empleo en Argentina, y son, a la vez, los más expuestos a la desaceleración. Llegaron a esta etapa sin haber recuperado plenamente los niveles previos al cambio de gobierno, y el freno actual no solo interrumpe esa lenta recuperación, sino que amplifica su fragilidad, afectando tanto la creación de nuevos puestos como la estabilidad de los existentes.

En contraste, algunos sectores con alta especialización pero baja participación en el empleo total mostraron mayor dinamismo. Tal es el caso de los servicios financieros y la minería, que registraron un crecimiento destacado en la actividad, aunque concentran apenas alrededor del 1% de los trabajadores cada uno. Esta reducida incidencia limita su capacidad de compensar el estancamiento en el empleo en los sectores tradicionales.

El gobierno, en un intento de contener las presiones cambiarias hasta octubre, optó por elevar la tasa de interés como ancla para el dólar. Sin embargo, esta decisión tiene efectos colaterales: el crédito se encarece, la inversión se frena y los sectores más sensibles a las condiciones financieras reciben el mayor impacto. No es un dato menor que estos mismos sectores concentran buena parte del empleo y, en muchos casos, presentan los niveles más altos de informalidad.

Las empresas, asfixiadas por los costos financieros, terminan ajustando por la única variable que pueden controlar rápidamente: el empleo, ajustando su dotación de personal o frenando nuevas contrataciones. Algunas trasladan trabajadores a la informalidad, otras no renuevan contratos, y así buscan reducir sus costos laborales para poder sostenerse. Este proceso no solo erosiona el empleo formal en los sectores que más puestos generan, sino que profundiza un problema estructural preexistente: actividades donde la informalidad es la norma más que la excepción.

En construcción tres de cada cuatro ocupados no están registrados; en comercio, cerca de la mitad trabaja en la informalidad. Servicios financieros junto a Minería y petróleo, aunque con menor peso en la generación de empleo, muestran un panorama completamente opuesto, con baja incidencia de empleo no registrado.

El resultado de estas dinámicas es un mercado laboral cada vez más segmentado. Las diferencias se observan entre regiones, con provincias que gracias a estructuras productivas más diversificadas logran sostener el empleo formal, mientras otras ven crecer la informalidad y el desempleo. También se advierten entre sectores: las actividades más dinámicas (como servicios profesionales, tecnología o energía) muestran cierta resiliencia, pero su baja intensidad en mano de obra o nicho con alta calificación, no alcanza para compensar la caída en los rubros tradicionales. Incluso dentro de la fuerza laboral las brechas se profundizan, separando a quienes acceden a empleos de calidad de aquellos que quedan relegados a la informalidad.

Los datos confirman esta tendencia, entre el tercer trimestre de 2023 y el primer trimestre de 2025, el empleo informal creció ocho puntos, mientras el empleo formal retrocedió cuatro. En consecuencia, cualquier recuperación reciente del empleo se explica más por ocupaciones de menor calidad que por una verdadera expansión del trabajo registrado.

Sin medidas que apunten a reconvertir los sectores rezagados y modernizar las relaciones laborales, esta brecha seguirá ampliándose. La reforma laboral, postergada en la agenda política, ya no es una opción, sino que se ha convertido en una necesidad. La actual estrategia de “ganar tiempo” mediante tasas de interés elevadas limita la capacidad de expansión justo en los segmentos que más lo requieren.

Este proceso está modificando la estructura del empleo de un modo que será complejo revertir. La reinserción en puestos formales demanda inversión y crecimiento sostenido, condiciones que no siempre se materializan rápidamente. En este contexto, las decisiones de política económica y, en algunos casos, la impericia de gestión pueden dejar secuelas duraderas en el mercado laboral.

La experiencia reciente confirma que la transición desde el empleo formal hacia la informalidad ocurre con rapidez, mientras que el proceso inverso suele ser más lento y difícil de sostener. Cada aumento en los niveles de informalidad implica un desafío estructural que persiste incluso cuando el contexto macroeconómico mejora, ya que revertirlo requiere tiempo, inversión y condiciones estables para la creación de empleo registrado.

Hacia adelante, la postergación de reformas laborales implica el riesgo de consolidar una estructura donde los sectores menos dinámicos no logran absorber mano de obra, aun cuando se estabilice el frente macroeconómico. El costo de esta dedición no se mide solo en puntos del PBI, sino en la calidad de vida de millones de trabajadores que quedan atrapados en la informalidad.

Laura Caullo

Investigadora responsable Área de Empleo y Política Social