Luego de la recuperación, ¿viene el crecimiento?
Las cifras oficiales reflejan 7 meses de crecimiento en el nivel de actividad económica, que se ubica 1,7% por encima del nivel de noviembre de 2023, sin contar la estacionalidad y con datos oficiales hasta noviembre. Resulta una gran noticia, pese a la marcada heterogeneidad entre sectores.
Ese crecimiento en la actividad permitiría que el nivel de caída en el PIB que llegó a ser 5,2% interanual en el primer trimestre del 2024, pueda resultar algo menor al 3% en el promedio del año, acuerdo con estimaciones preliminares (resta conocer la información oficial de diciembre).
A la heterogeneidad sectorial que se viene señalando en ediciones anteriores, se le agrega algo de inestabilidad en este proceso, pues la recuperación no es monótona en todos los sectores: hay avances y retrocesos.
De 10 sectores principales de la economía, 5 están por encima de nivel de actividad de noviembre 2023: intermediación financiera, agro y minería encabezan el ordenamiento y vale la pena mencionar que hoteles y restaurantes enfrentan una fuerte presión competitiva durante el verano de los destinos turísticos del exterior que impactaría en las estadísticas recién en los próximos meses. De los restantes, 2 están ligeramente por debajo: comercio y transporte y comunicaciones; mientras que 3 se encuentran bien por debajo: industria, electricidad, agua y gas y construcción.
En el último mes se destaca el avance de la intermediación financiera y el retroceso en actividad industrial y en electricidad, agua y gas. En suma, 5 sectores crecieron y 5 decrecieron durante noviembre 2024.
Con el nivel de actividad recuperándose, ahora vale la pena preguntarse cuánto falta para que podamos hablar de crecimiento. Más allá de la notable diferencia entre el primer y el segundo semestre, el año 2024 registraría una recesión importante y las expectativas para el 2025 señalan un importante repunte para la medición anual. El Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) que realiza el BCRA ubica ese repunte esperado en torno a 4,5%. Ese nivel de repunte no es descabellado y también se explica por el bajo punto de comparación que resulta ser el 2024. No obstante, con los problemas de competitividad que están afectando a los sectores productores de bienes y servicios transables y algo de riesgo climático (clave para el agro), esa proyección está lejos de ser un escenario 100% certero.
De todos modos, de acuerdo con esa proyección estática optimista el producto en Argentina podría retornar al nivel que tuvo en 2017, que había sido ligeramente superior al de 2022. Es decir, un buen año 2025 permitiría compensar las recesiones de 2023 y 2024, y muy poco más, ya que se alcanzaría un nivel de producto comparable al de hace 8 años.
En este punto, vale la pena recordar que la situación de estancamiento económico corresponde a la realidad de casi década y media, ya que con años mejores y años peores aún no se ha verificado un crecimiento económico significativo en mucho tiempo, ni siquiera acorde al crecimiento poblacional (lo cual implica que el producto per cápita se encuentra en franco retroceso hace años).
En ese sentido, las reformas implementadas por el gobierno nacional hasta ahora permiten renovar algunas esperanzas gracias al ordenamiento macro, la reducción de la inflación, la recuperación del crédito, acotadas reducciones de impuestos y avances desregulatorios, por citar algunos de los aspectos más promisorios que podrían ayudar a dinamizar la actividad económica.
¿Podría darse un crecimiento más rápido en este contexto a corto plazo? Eso dependería del avance en las reformas para dinamizar la inversión y la producción que están pendientes. En este sentido, son muy importantes las reformas pendientes y su sostenimiento en el tiempo también resulta clave, por lo que no siempre impactan a muy corto plazo, además que quizás no se aborden en un año electoral. Por mencionar algunos de los principales asuntos pendientes de reforma que afectan de lleno a la producción: en materia tributaria, resta reducir muchos impuestos que elevan el “costo argentino”, que en el caso del gravamen sobre los ingresos brutos debería ir de la mano de una reforma mayor del sistema tributario federal; desburocratización y simplificación administrativa/tributaria multinivel; normalización definitiva del comercio exterior (afecta ingreso de insumos y mantiene desacople de precios respecto al resto del mundo); mayores avances en materia de reforma laboral que permitan mayor generación de empleo formal; restricciones cambiarias aún vigentes; demandas de infraestructura, podrían ser cuellos de botella cada vez más acuciantes en poco tiempo debido a la falta de inversión. En otras experiencias de expansión productiva, de Argentina y de otros países, el tipo de cambio competitivo fue un ingrediente significativo que en el contexto actual no estará presente, por ello la necesidad de acelerar en las otras áreas de reforma.
Finalmente es importante señalar que al ser el 2025 un año electoral, su desarrollo resultará crucial para determinar el soporte político que tendrán las reformas ya implementadas y las que puedan venir, como también la posibilidad que existan ciertos consensos básicos para definir las reglas de juego de aquí en adelante. El historial de políticas y reformas económicas pendulares de Argentina también es un factor limitante de las decisiones de inversión productivas, el cual será importante comenzar a revertir a los fines de posibilitar un despegue de la producción.