Trump y su cruzada arancelaria

Desde su llegada a la Casa Blanca, Trump puso de manifiesto que los aranceles son una parte central de su visión económica en relación a consideraciones comerciales, pero también implícitamente ha dejado ver que se trata de su principal arma geopolítica para alinear las políticas de los países con los amplios intereses de USA.
Al menos por lo que se ha dejado ver, la marcha y contramarcha en la imposición de aranceles del 25% a México y Canadá tuvo más como objetivo presionar a los gobiernos para que aborden el fentanilo y refuercen sus fronteras para detener el flujo de inmigrantes ilegales que aumentar estructuralmente los ingresos. Sin embargo, en sus últimas declaraciones Trump remarcó que las tarifas para sus vecinos del Norte entrarían en vigor a partir del 4 de marzo. Dado que la posible pausa o no de los aranceles queda a discrecionalidad del presidente de USA, no puede descartarse que esta “primer advertencia” constituya un mecanismo para empujar a una renegociación de los acuerdos comerciales, tal como sucediera entre 2017/2018 cuando se firmó el USMCA, en reemplazo del NAFTA.
Diferente es el caso de China, ya que se trata de un frente comercial que la nueva administración trumpista mantiene abierto: con la efectivización del arancel adicional del 10% a los productos chinos (se estima importaciones por un valor de USD 435 mil millones en 2024), los aranceles a las importaciones del gigante asiático pasan a ser aproximadamente el doble de la tasa real efectiva que actualmente existe, derivada de las cargas que Trump impuso en su primer mandato y que Biden mantuvo.
Como respuesta, Xi Jinping anunció un paquete de contramedidas, que incluyen aranceles entre el 10% y el 15% adicionales a 80 productos energéticos y manufacturas de USA (valorados en USD 14 mil millones), de modo que se trata de un impacto mucho más reducido que el zarpazo de Trump; controles de exportación a algunos metales, incluido el tungsteno, que son críticos para la electrónica, el equipo militar y los paneles solares; la inclusión de corporaciones estadounidenses como PVH o Illumina (dedicada a la biotecnología) en el listado de empresas no fiables, lo que da vía libre para imponer medidas punitivas, y una investigación antimonopolio sobre Google, cuyo buscador está prohibido en el país, por lo que tiene presencia limitada.
Si bien nadie conoce con certeza los próximos pasos de Pekín, la acotada respuesta pareciera subrayar el intento de las autoridades chinas de entablar conversaciones con Trump para evitar una escalada en la disputa comercial entre Washington y Pekín, dirección en la que incipientemente pareciera moverse en los últimos días el pragmático presidente estadounidense al afirmar que sería posible alcanzar un nuevo acuerdo comercial con China, aunque por el momento no se registran acciones concretas al respecto.
Volviendo al gigante asiático, el tipo de respuesta que brindó tal vez se deba al menor margen de maniobra con que cuenta Xi Jinping en la actualidad al enfrentarse a una economía más precaria, con presiones deflacionarias, donde las exportaciones han estado impulsando el crecimiento, ya que el gobierno de Xi Jinping ha impulsado la industria manufacturera para compensar el declive del sector inmobiliario.
A lo largo de febrero, el mandatario estadounidense ha brindado declaraciones que en varias ocasiones han resultado aparentemente contradictorias, lo que en alguna medida puede interpretarse como ciertas dudas sobre si profundizar con la guerra comercial o sacar el pie del acelerador, debido en parte a la aceleración de la inflación que se viene observando. No obstante, dada la información que se conoce al momento, el escenario base es que USA continuará adelante con las medidas arancelarias, de modo que no se puede descartar que termine aplicando algún tipo de arancel general, ya sea por tipo de producto y/o por país, que le permita aumentar los ingresos y estimular la producción nacional.
En esta dirección se encuadran los aranceles del 25% que se impusieron a las importaciones de acero y de aluminio, sin excepciones ni exenciones, de modo que la Argentina, séptimo mayor exportador de aluminio a USA en 2024, no podrá librarse esta vez, a diferencia de lo ocurrido en 2018 cuando desde Washington se impusieron aranceles similares, pero se terminó negociando excepciones para muchos países (incluidos Canadá, México, Brasil, Corea del Sur y Argentina).
A estos aranceles se suma que Trump dejó trascender que planean imponer pronto aranceles del 25% a las importaciones procedentes de la Unión Europea, lo que amenaza con reavivar la guerra comercial con la Unión Europea (es el tercer socio comercial más grande de USA) ya que, en palabras de Úrsula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, tomarán como respuesta represalias firmes y proporcionales, pero sin muchas más especificaciones.
Reciprocidad arancelaria de USA con diversos socios comerciales
En % (Arancel comercial “normal” promedio ponderado)

Fuente: IERAL en base a WITS.
Mientras, Trump continúa con su particular cruzada arancelaria al ordenar evaluar la imposición de aranceles recíprocos contra todos sus socios comerciales. Esta medida, según lo anunciado hasta ahora, implica gravar las compras a sus socios comerciales con tasas equivalentes a las que estos imponen a las exportaciones provenientes de USA. No solo considerarían aranceles, sino también barreras comerciales no arancelarias, subsidios gubernamentales, regulaciones e incluso mencionó que incluirían a aquellos países que utilizan el sistema de IVA (un impuesto que Washington interpreta como una barrera comercial, pero sin fundamento dado que se paga por igual sin importar si se trata de un producto de fabricación dentro del propio país o si proviene de un tercer país).
El caso de Argentina merece una consideración especial: en 2024 tuvimos un superávit comercial de USD 230 millones con la potencia norteamericana, el primero en casi 20 años, de manera que por la vertiente de los superávits comerciales nuestro país pareciera estar fuera del radar, o al menos, enfrentar un bajo riesgo de ser afectado por los aranceles estadounidenses.
Por el contrario, por el lado de los impuestos a las importaciones, estamos entre los países más riesgosos ante la posible implementación de los aranceles recíprocos dado que actualmente nuestro país aplica un arancel promedio ponderado del 6,2% a los bienes provenientes de USA (en relación al 2,5% promedio que USA aplica a los bienes importados desde Argentina). De modo que se deberá seguir con atención cómo evoluciona este tema, donde la relación Milei-Trump puede jugar un papel clave.
Consecuencia de la magnitud de las medidas arancelarias, esta visión mercantilista al extremo que muestra el mandatario estadounidense no resulta sostenible. Si a ello se suma el hecho de que aún no están fijados ni entrarán en vigor inmediatamente, la estrategia pareciera ser un punto de partida para negociaciones, al estilo de lo que ocurrió con México y Canadá. Pero no se puede dejar de destacar que el abuso de la herramienta podría perjudicar la posición estadounidense en tanto dejen de causar el efecto deseado, e incluso terminen por generar una alianza entre terceras partes.
La inflación de enero en USA encendió una luz amarilla
Para consternación del presidente de la FED, Jerome Powell, el IPC de enero aumentó +0,5%, superando el +0,3% mensual esperado y alcanzando el mayor aumento desde agosto de 2023, mientras que la inflación interanual alcanzó el +3,0% interanual (+2,9% era el valor esperado), por encima del target de la FED del 2% anual. La inflación núcleo, que excluye alimentos y energía, avanzó 0,4% mensual, no solo por encima de las proyecciones sino también se duplicó respecto del +0,2% observado en diciembre (+3,3% interanual vs +3,1% esperado).
USA: Expectativas de inflación implícitas*

*Calculadas como diferencia entre la tasa nominal y la tasa real del bono del Tesoro a 5 años.
Fuente: IERAL en base a U.S. Department of the Treasury.
No solo están aumentando los datos actuales de inflación sino también las expectativas futuras. La tasa de inflación implícita a cinco años ha aumentado al 2,5%. Si tomamos desde mediados de septiembre del año pasado tenemos que las expectativas de inflación a cinco años han aumentado 66 puntos básicos. Señal de que el mercado cree que la lucha contra la inflación está lejos de terminar.
Si bien se trata de un dato puntual, habrá que continuar monitoreando cómo evoluciona mes a mes. No obstante, tal como se mencionó previamente, este dato de inflación más alto podría frenar la actual estrategia comercial. La política arancelaria de Trump puede tener efectos negativos dentro de su propio país, dado que aumentará los costos para los fabricantes estadounidenses que importan bienes y encarecerá los precios para los consumidores estadounidenses.
Por su parte, el Secretario del Tesoro, Bessent, destacó que tanto él como Trump están más preocupados por las tasas de interés a más largo plazo y dejó ver entre líneas que la política fiscal sería menos expansiva de lo que se esperaba inicialmente y la política arancelaria se calibrará para tener el menor impacto posible en los precios relativos.
A la fecha, los planes fiscales todavía se están negociando en la Cámara y el Senado, pero dado que los republicanos tienen margen de tan solo un voto en la Cámara, podría darse que los republicanos fiscalmente conservadores terminen impidiendo que se apruebe un proyecto de ley expansionista. En la medida en que estos senderos se terminen confirmando podrían descomprimir las expectativas inflacionarias que actualmente existen y generar el consecuente descenso de tasas.
Por otro lado, Bessent destacó que buscan reducir los costos financieros bajando los rendimientos de los instrumentos de largo plazo, ya que impactan directamente en las hipotecas y el crédito. En lugar de reeditar una pelea Trump-Powell buscando presionar por la baja de tasas, la actual administración planea continuar empleando un mecanismo que se utilizó bajo la administración de Biden: consiste en emitir más deuda de corto plazo y menos de largo plazo, lo que eleva los rendimientos de los primeros y reduce los de los segundos debido al efecto sobre la oferta. La magnitud dependerá de dos factores clave: el quantitative tightening de la FED (una desaceleración del mismo le daría mayor espacio al Tesoro para acelerar su estrategia) y la evolución de la inflación (una inflación alta le quita atractivo a los instrumentos de deuda a tasa fija del Tesoro, de modo que su demanda podría reducirse).
Al ajustar el perfil de vencimiento de su emisión de deuda, el Tesoro busca ejercer influencia sobre las condiciones financieras y, a través de ellas, la economía en general, restando funciones básicas de la Reserva Federal. Si bien a corto plazo esta estrategia puede lograr los objetivos de dinamizar la economía, en el mediano y largo plazo se traduce en tasas más altas.
Pero volvamos a poner foco en el set de datos que se conocen actualmente, en razón del cual inmediatamente surge la pregunta ¿qué pasa con las expectativas de recorte de tasas de la Reserva Federal? La inflación alta, un sólido mercado laboral (el job report sorprendió con una tasa de desempleo ubicándose en 4%, por debajo del 4,1% esperado) y tarifas a las importaciones son la combinación perfecta para que la FED no tenga apuro en bajar la tasa y mantenga una estrategia de “wait and see”.
Sin embargo, algunos indicadores líderes que se suelen anticipar al ciclo económico están mostrando algunas fragilidades. Entre los principales vale la pena destacar que la confianza del consumidor sufrió en febrero su mayor caída desde agosto de 2021, reflejando el creciente desasosiego que generan las políticas de Trump. El índice del Conference Board retrocedió a 98,3 desde 105,3 en enero (-6,6%), quedando por debajo de las estimaciones del mercado que esperaban una caída menor (-2,6%).
En segundo lugar, los índices PMIs, que miden la actividad en la industria y los servicios a partir de encuestas a gerentes de compras, también encendieron algunas alarmas, dado que los servicios, que representan cerca del 70% del consumo personal dentro del PBI, se contrajeron por primera vez desde enero de 2023. Por la positiva tenemos que la industria siguió en expansión, pero no alcanza a compensar el pesimismo derivado del dato de los servicios.
En tercer lugar, tenemos que el mercado inmobiliario se está deteriorando. Los inventarios están aumentando en segmentos clave del mercado, particularmente en el Sur y el Oeste de Estados Unidos, lo que ejercerá presión sobre la construcción residencial. Por su parte, el Leading Economic Index (LEI), que proporciona una indicación temprana de los puntos de inflexión significativos en el ciclo económico (es decir, busca anticipar cambios en la actividad económica de USA) cayó un 0,3 % en enero de 2025 y acumula una caída del 0,9 % en el período de seis meses que finalizó en enero de 2025.
En este contexto, la tasa a 10 años de los Treasuries descendió 33 pbs desde fines de enero, para ubicarse en 4,25%, movimiento asociado a una caída de la tasa real, no así de las expectativas inflacionarias. Misma dinámica para la tasa a 2 años, que cayó 17 pbs hasta 4,05%, de modo que el spread entre ambos tramos terminó en 20 pbs. Por su lado, los principales índices bursátiles en Wall Street cerraron febrero con caídas mensuales: el Nasdaq Composite y el S&P 500 cayeron -2,8% y -1,4%, respectivamente. Por su parte, el Dow Jones hizo lo propio en -2,5% cuando se lo compara punta a punta.