¿El año del despegue?
De la mano de un impresionante ajuste del gasto público, el 2024 terminó con tónicas favorables en la mayoría de los indicadores económicos y sociales. El que más atención acapara es la reducción en la inflación. La situación crítica a la que se había llegado en diciembre del 2023, contrasta con el 2,7% de variación en los precios al consumidor en diciembre del 2024. Junto con la baja de la inflación, y luego de unos primeros meses de fuerte licuación, los ingresos de la población (salarios y jubilaciones) acumulan varios meses de recuperación. En relación a la producción, si bien las situaciones son muy dispersas entre sectores, en general también prevalece la recuperación como tendencia.
Este cuadro de situación explica la sensación de alivio y esperanza que prevalece en gran parte de la población. Un progreso enorme respecto a pesimismo e incertidumbre reinante hace un año. En un país que acumula varias décadas de decadencia, la meta para el 2025 es darle continuidad a este proceso al ritmo más alto posible. ¿Será el año del despegue?
Para lograrlo es fundamental continuar con la estricta austeridad fiscal y una delicada administración de la política cambiaria y monetaria. Pero también es imprescindible simultáneamente darle integralidad y velocidad al proceso de reformas estructurales. Se trata de una tarea titánica ya que es enorme la cantidad de malas decisiones que se tomaron en las últimas décadas y que hay que rectificar para construir mejores instituciones.
Para despegar hay que pasar del ajuste, al ordenamiento del Estado. Los logros del 2024 son consecuencia principalmente de una sustancial y generalizada reducción del gasto público y, gracias a ello, una ruptura de los déficits crónicos. Para que esto sea la base del despegue es necesario agregar factores cualitativos. En particular, mejorar la calidad de los servicios que ofrece el Estado, eliminar burocracia y malos impuestos y revisar regulaciones.
Son muchos los escollos que hay que superar. A esto hay que agregar que la política económica estará fuertemente condicionada por las elecciones de medio término. Seguramente las negociaciones en el Congreso serán aún más complejas que las del año pasado. Pero lo más importante es que para el gobierno pocos temas son más decisivo que aprovechar la oportunidad que dan las elecciones para ampliar poder en el Congreso.
Como lidiar con la política
Por un lado, el contexto político induce a que el gobierno tome decisiones de política económica que lleven a darle continuidad al proceso de reducción de la inflación y mantener la recuperación de los ingresos y la producción. Llegar a las elecciones con estas tendencias es clave. Pero, por el otro, la gestión Milei tiene que encontrar la manera de sostener el proceso de reformas en condiciones de amplia minoría en el Congreso y con sectores de la oposición que seguramente tendrá menos predisposición a colaborar.
En el 2025, con una elección en octubre muy importante, compatibilizar política con economia será muy difícil. Frente a ello hay dos tipos de riesgos. El primero es caer en el inmovilismo, esto es esperar a que pasen las elecciones para recién después abordar las reformas que necesita Argentina. El otro, es caer en el simplismo de minimizar las dificultades adicionales que plantean las elecciones. Lo cierto es que se necesitará mucha pericia para darle continuidad al programa que viene impulsando el gobierno en el marco de las limitaciones políticas que agregan las elecciones de medio término.
El problema más urgente es dar respuestas, aunque sean parciales, a los problemas de competitividad que enfrentan muchos sectores de la producción nacional. Máxime cuando seguirá aumentado la presión por el lado de la apreciación cambiaria y se presenta un contexto internacional plagado de incertidumbres, donde no se descarta que se sumen factores adversos.
La manera genuina de dar respuesta a los reclamos legítimos de quienes producen en la Argentina es eliminando malos impuestos y burocracia y mejorando la calidad del gasto público y las regulaciones. Para lograrlo, las batallas que hay que dar son muchas y variadas. Se necesita mucha habilidad, innovación, audacia y firmeza para vencer inercias e intereses profundamente petrificados.
No olvidar que somos un país federal
Que se apliquen muy malos impuestos y que la calidad de los servicios que ofrece el Estado sea deficiente en la mayoría de los casos está asociado a la caótica superposición entre Nación, provincias y municipios. No es exagerado afirmar que una de las principales fuentes de distorsiones que erosionan la competitividad de la producción nacional es la desconfiguracion del federalismo.
Esto implica que hay mejoras sobre la gestión pública que las pueden (y deben) hacer cada nivel de gobierno de manera aislada. Pero la mayoría de las soluciones, que además son las principales a ejecutar, no podrán ser llevadas adelante si no media un ordenamiento en la distribución de funciones y potestades tributarias entre los tres niveles.
Mientras se mantenga el estado de desconfiguracion actual siempre está latente el riesgo de que los avances en un nivel de gobierno no sean acompañados o, peor aún, sean anulados por empeoramientos en otros niveles de gobierno. El ejemplo de algunos municipios que aumenta las tasas municipales y provincias que aumentan Ingresos Brutos y Sellos demuestran que esto ya está ocurriendo. Es inconducente tomar decisiones como si la Argentina tuviera una organización unitaria.
La reducción en los Derechos de Exportación que dispuso el gobierno ejemplifica el problema. Para los productores es un modesto alivio, para el Estado Nacional un enorme esfuerzo ya que tienen que evitar que no se erosione el equilibrio fiscal, pero para las provincias un incremento en sus ingresos no programado (por la mayor recaudación de impuestos coparticipables e impuestos provinciales que genera la reducción de las retenciones). La experiencia muestra que una acción coordinada entre niveles de gobierno permitiría ser más consistente y audaz frente al desafío de eliminar los impuestos más distorsivos.
El 2025 puede ser el año del despegue. Para ello es clave sostener el proceso de reformas aun en un contexto político más complejo. Pero incluso más importante es que las elecciones den como resultado una distribución del poder más proclive a las reformas y particularmente a un escenario político más favorable que el actual a la suscripción de un acuerdo de coordinación fiscal entre la Nación y las provincias que ordene el federalismo.