El difícil paso de la reactivación al crecimiento

En la revista Novedades 1116 de mayo pasado se subrayaba que hacia febrero de este año el PIB había alcanzado “el pico en la medición de cuentas nacionales, marcado en noviembre de 2017, por lo que para mantener el dinamismo previo se requieren dosis adicionales de inversión y productividad, en relación con el período de recuperación”. Y, luego de repasar diversos indicadores vinculados con incentivos a la inversión, se resumía el cuadro de situación del siguiente modo:
“De este breve repaso de indicadores de productividad, disparidades sectoriales en la evolución del PIB y pérdida de significación del empleo privado formal y, habiendo ya alcanzado los niveles de PIB de 2017, se desprende que las reformas estructurales importantes, son cada vez más urgentes”.
Datos de alta frecuencia, vinculados con la marcha del nivel de actividad, confirman la pérdida de envión de la recuperación posterior al piso de la recesión. Un indicador a tener en cuenta es la evolución de la recaudación de impuestos vinculados al nivel de actividad (incluye Seguridad Social, IVA DGI e impuesto al cheque). En términos reales, esta serie muestra un pico en marzo pasado y dos meses consecutivos (abril y mayo) con merma respecto de las mediciones previas, siempre en términos desestacionalizados y considerando el promedio móvil de tres meses.
Hay que aguardar la información del INDEC sobre la trayectoria del PIB (los datos oficiales del EMAE llegan a marzo) para corroborar esta suerte de amesetamiento del nivel de actividad, pero debería prestarse atención a este indicador.
La recaudación de impuestos vinculados al mercado interno refleja, por un lado, la evolución de la masa salarial, capturado por los recursos que se canalizan hacia Seguridad Social y, por el otro, las operaciones de compraventa que devengan recaudación a favor de ARCA, tanto del IVA DGI como del impuesto al cheque. Respecto de la dinámica salarial, más allá de la política oficial instrumentada a través de la Secretaría de Trabajo, apuntando a pautar las actualizaciones para lograr convergencia con la marcha de la inflación, hay que tener en cuenta un factor estructural: pese al rebote del nivel de actividad después de la recesión del primer semestre de 2024, la competitividad de la economía medida por la productividad laboral se encuentra en el piso de los últimos 15 años, siendo un lastre para la continuidad de la recuperación, tanto de la rentabilidad empresarial como del empleo y los salarios reales.
Entre los vectores de carácter coyuntural que influyen sobre la trayectoria del PIB debe anotarse la desaceleración del ritmo de crecimiento del crédito en pesos al sector privado, en un contexto en el que aparecen indicios de problemas de morosidad.
Las últimas medidas adoptadas por el gobierno apuntan a favorecer la operatoria cotidiana utilizando dólares, con un potencial impacto positivo en la evolución de depósitos y créditos en esa moneda. Hay que ver hasta qué punto esta política teñida de “dolarización endógena” puede desalentar la operatoria en pesos, que tiene mayor efecto multiplicador. Esto porque de cada 100 pesos depositados en el sistema bancario, se prestan 81,2 pesos, mientras que esa relación es 100 a 49,5 cuando se trata de la operatoria en dólares.
Otro elemento a tener en cuenta es la evaporación de la “Provincia 25” como factor de demanda de productos de consumo masivo, derivada del desplome de la brecha cambiaria. En IERAL se había utilizado ese término reflejando la magnitud de las compras efectuadas en zonas de frontera por parte de la población de los países vecinos, en las épocas en las que el “dólar billete” duplicaba su poder adquisitivo en terreno local. De aquél “exceso de demanda” en la frontera, motivado por la diferencia entre el tipo de cambio libre y el oficial, se ha pasado a una situación inversa: población de ciudades argentinas que cruzan la frontera para abastecerse en comercios de países limítrofes. Para ciertos rubros, ahora las empresas instaladas en el país cuentan con un mercado equivalente a “23 provincias”.
Respecto de la inversión, si bien se registra un repunte desde el piso del primer semestre de 2024, todavía no se aprecia dinamismo. No se trata sólo de la discontinuidad de la obra pública. Las importaciones de bienes de capital y partes y repuestos representaron el 42% del total de las compras al exterior en el primer cuatrimestre de 2025, comparado con el 38% de igual período de 2024, un incremento de 3,5 puntos porcentuales (no puede considerarse un boom). A su vez, las importaciones de bienes de consumo más las de automóviles incrementaron su participación en las compras al exterior de 16% a 20% entre 2024 y 2025 (primer cuatrimestre).
A su vez, datos recientes muestran que el consumo de cemento a mayo de este año se encuentra todavía 1% por debajo de igual mes del año pasado. Reportes de las compañías petroleras anunciaron inversiones equivalentes a 11,6 mil millones de dólares para 2025, cifras que duplican los datos de 2021, pero que se ubican 9,6% por debajo de los 12,8 mil millones registrados en 2024 (no están incluidas las inversiones vinculadas a infraestructura, que son significativas).
Así, la tasa de inversión, que en 2024 alcanzó el 17,8% de PIB, podría estar pasando a 19% del PIB en 2025, un guarismo que no puede dar lugar al conformismo. La rentabilidad de las nuevas inversiones, las reformas estructurales pendientes y la subsistencia del cepo a personas jurídicas son factores que condicionan la evolución de esta variable.
Comercio exterior 2025, con un incremento marginal de las exportaciones
No es novedad la rápida reacción de las importaciones a la recuperación de la economía, potenciada por la apreciación del peso y la progresiva reducción de impuestos/eliminación de restricciones. Lo que resulta preocupante es el escaso dinamismo de las exportaciones, un problema que parece ir más allá de la cuestión cambiaria.
Este punto es resaltado cuando se observa la evolución del intercambio de comercio exterior con Brasil, compuesto principalmente por productos manufacturados. En el acumulado de los primeros cinco meses de 2025, las importaciones argentinas de origen brasileño se han incrementado un 50%, mientras que las exportaciones a ese país muestran variación cero en igual período. Los datos de mayo muestran que esa brecha de 50 puntos porcentuales entre la variación de las importaciones y la de las exportaciones se ha ampliado a 63 puntos, haciendo que nuestras proyecciones de un déficit de 5 mil millones de dólares en el comercio bilateral de 2025 con el vecino país necesiten ser revisadas al alza.
Con los datos del primer cuatrimestre, la actualización de las proyecciones para 2025 del conjunto de componentes de la balanza de comercio exterior cifra en 72 mil millones de dólares las exportaciones no energéticas, un incremento de 2,8% respecto de 2024, y en 10,7 mil millones las exportaciones energéticas, una variación de 10,4% en relación con el año pasado. Los precios de los productos exportables no están favoreciendo las cuentas externas este año, pero sin dudas hay limitaciones por el lado de los volúmenes exportados, que en general tienen que ver con el perfil de calidad/precio de la oferta potencial de bienes y servicios. En el corto plazo, la sensibilidad del comercio exterior a la evolución del tipo de cambio real se aprecia más bien por el lado de las importaciones: las compras al exterior de productos por fuera del segmento energético pasarían este año a 71 mil millones de dólares, con un incremento estimado de 24,6% interanual. Una dinámica semejante se observaría para la importación de servicios reales, aunque en este caso partiendo de una cifra de 22,6 mil millones de dólares en 2024.
Así, la balanza de comercio exterior (incluyendo energía) pasaría de 18,9 mil millones de dólares en 2024 a 8,6 mil millones en 2025. Pese a la merma, se mantiene el signo positivo en el intercambio de bienes, pero la balanza de servicios reales (incluye turismo) apunta a un rojo en torno a los 10 mil millones este año. Si a estos ítems se agrega el desbalance habitual en el segmento de rentas financieras, en torno a los 12 mil millones de dólares/año, entonces se llega a un déficit de cuenta corriente estimado para 2025 que se acerca a los 2 puntos del PIB, guarismo que contrasta con un superávit de 1% del PIB en 2024.

Jorge Vasconcelos
Coordinador General de Revista Novedades.