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Aliviar la carga para ganar competitividad

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Aliviar la carga para ganar competitividad

En el inicio del año, se acentúan los contrastes. Por un lado, se consolida y profundiza la baja de la inflación. Tanto para las familias como para las empresas, esto genera alivio, previsibilidad y oportunidades para continuar recuperando los niveles de ingresos y producción, luego del punto crítico al que se llegó en el primer semestre del año pasado. Por otro lado, se acentúa la presión de la competencia externa sobre la producción nacional. Acá entran en consideración factores endógenos, como la apreciación cambiaria, y también factores exógenos, como la fuerte devaluación del real y, en general, precios internacionales no favorables para los principales productos de exportación.

Los contrastes no son solo percepciones, sino que se avalan por evidencias sólidas. La inflación llegó en enero al nivel más bajo desde la pandemia; se agranda el grupo de sectores que muestran signos de recuperación; y tanto salarios como jubilaciones, en la gran mayoría de los casos, siguen en la senda de variaciones por encima de la inflación. La contrapartida es una dinámica desfavorable en el sector externo. Son varios los motivos por los cuales el Banco Central no acumula reservas. Particular preocupación genera el crecimiento de las importaciones, en especial desde Brasil, y el saldo negativo que deja el turismo internacional.

Estos contrastes tienden a profundizarse en los próximos meses. La baja del crawling peg, desde el 2% mensual al 1% mensual, es consistente con una tendencia a la reducción en la inflación, pero seguramente también a un deterioro en el tipo de cambio real. Por lo tanto, la baja de la inflación irá acompañada con mayor presión de la competencia externa sobre la producción nacional. En la medida que los contrastes se intensifiquen aumentarán las polémicas en torno a la política cambiaria, acentuando la subestimación del problema más importante y complejo de resolver: los factores que explican la baja competitividad de la producción nacional.

¿Qué explica la baja competitividad?

La inflación es un poderoso mecanismo para esconder problemas. Por un lado, genera ineficiencias al distorsionar los precios relativos (señales del mercado) e induce o hace tolerable la pérdida de eficiencia en el interior de las empresas. Por el otro, contribuyó y facilitó que el Estado fuera consolidando un entorno muy negativo para la competitividad de las empresas.  

Es válido el argumento de que hay factores que explicarían que en la actualidad el tipo de cambio de equilibrio sea más bajo que en el pasado. El equilibrio fiscal y la alta capacidad de generación de divisas en hidrocarburos y minería, por ejemplo, son factores muy poderosos que juegan en ese sentido. Pero también es cierto que el deterioro en varios e importantes aspectos que configuran el entorno bajo el que opera la actividad económica opera en el sentido contrario. 

Con frecuencia se compara el actual nivel de tipo de cambio con el vigente en la convertibilidad. Es un análisis pertinente que se enriquece si se incorporan factores del entorno que inciden en la competitividad de la producción nacional. Uno muy importante es el vertiginoso crecimiento de la presión tributaria registrado en las últimas décadas. En el consolidado pasó del 20,9% del PBI en la década de los `90 al 28,5% del PBI en el 2023, sin incluir el “impuesto inflacionario”. Pero lo más grave es que esa mayor carga está concentrada en la creación o expansión de muy malos impuestos (Derechos de exportación, Cheque, Ingresos Brutos, Sellos, tasas municipales). Esta sistemática acumulación de malas decisiones en materia de política tributaria lleva a que actualmente exportemos muchos más impuestos que hace algunas décadas.

Otros factores, como acumular un largo periodo de baja y mal administrada inversión en infraestructura, tienen similares consecuencias sobre la competitividad de la producción nacional. Probablemente sea aún más importante, para la mayoría de los sectores, la pérdida de capital humano. El deterioro de los indicadores educativos, incluso comparado con países de la región donde la Argentina ocupó en el pasado una posición de liderazgo, asombra. Algo más difícil de cuantificar, pero muy relevante, son los daños que generan las deficiencias en la política asistencial. El gobierno nacional dio un paso fundamental en favor de la transparencia al eliminar la intermediación en los planes sociales. Pero, el asistencialismo y los excesos en el empleo público siguen erosionando la cultura del trabajo.

Las instituciones laborales son otro condicionante muy importante de la competitividad. En este aspecto las principales disfuncionalidades de la legislación laboral se mantienen relativamente inmutables desde hace alrededor de medio siglo. Varios e importantes convenios colectivos testimonian este fenómeno. Durante el 2024 hubo cambios legislativos que implican progresos puntuales. Pero el panorama general es una creciente obsolescencia y la exacerbación de fenómenos muy dañinos, como es la litigiosidad en el sistema de riesgos del trabajo. 

También hay que computar retrocesos en el entramado regulatorio y en la burocracia en general. Aunque en este punto en los últimos meses se dieron pasos puntuales pero muy importantes para algunos sectores.

¿Qué explica la baja competitividad?

Comparar el tipo de cambio actual con el nivel que tenía en el pasado es un ejercicio parcial. Muchas cosas son diferentes y necesariamente hay que incorporarlas en el análisis. Una muy importante es que, en general, fruto de un cúmulo de malas decisiones que se vienen tomando desde hace décadas, se han ido agregando factores que conspiran contra la competitividad de la producción nacional. Esto complejiza las discusiones sobre cuál es el tipo de cambio de equilibrio. 

Un planteo más conducente es asumir que modificando el entorno que condiciona el desenvolvimiento de la actividad económica hay una enorme oportunidad para aumentar la competitividad. Eliminar impuestos distorsivos, mejorar la infraestructura, aumentar el capital humano, actualizar la legislación laboral, fortalecer las instituciones y reducir la burocracia son pasos esenciales para aliviar la carga sobre la producción nacional. 

Se trata de un desafío enorme por la variedad y complejidad de los temas, porque hay muchos intereses espurios que bregan por el estatus quo y porque en la mayoría de los casos se necesita el acuerdo entre niveles de gobierno. Pero que sea difícil no quiere decir que sea imposible. Sólo alerta de que para alivianar la carga sobre la producción nacional es fundamental concentrar la atención y los esfuerzos. 

Osvaldo Giordano

Osvaldo Giordano

Presidente del IERAL