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El valor agregado de los sectores transables, base angosta para una economía bimonetaria

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El valor agregado de los sectores transables, base angosta para una economía bimonetaria

El arraigado bimonetarismo en la dimensión de los mercados financieros que caracteriza a la economía argentina, tiene una base de sustento muy angosta cuando se pone el foco en el grado de apertura de la economía, el tamaño de los flujos de comercio exterior relativos al PIB y la limitada participación en el valor agregado total de los sectores que producen bienes y servicios comercializables internacionalmente.

Los datos de cuentas nacionales del segundo trimestre de 2024 ilustran el muy limitado progreso experimentado en la participación de los sectores productores de bienes comercializables internacionalmente respecto a igual período del año pasado, pese a la devaluación de diciembre de 2023 y de la fuerte mejora de la cosecha de la presente campaña, luego de la sequía que afectó a la anterior.

Un indicador elaborado por IERAL muestra que los sectores productores de bienes comercializables internacionalmente pasaron de 27% a 27,6% en su participación en el PIB desde el segundo trimestre de 2023 a igual período de 2024. Se incluyen en el cómputo a la pesca, el agro, hidrocarburos, minería e industria y los cálculos se hacen en base a la serie de PIB a precios corrientes.

El avance de sólo 0,6 puntos porcentuales, pese a la devaluación de fin de año pasado y el hecho que este año se dejó atrás la sequía, se explica por la magra performance de la industria manufacturera, que achicó su participación en el PIB a precios corrientes, de 16,9% a 15,3%, entre el segundo trimestre de 2023 e igual período de 2024, reflejando problemas recurrentes de competitividad que le impiden a las manufacturas mantener su producción en base a más exportaciones cuando el mercado interno se contrae. Los otros tres sectores, pesca, agro y minas y canteras hicieron aportes positivos al PIB a precios corrientes, pero su contribución al valor agregado de la economía es poco menos de 2/3 del de la industria. Por esa menor ponderación, el avance de los cuatro sectores fue de apenas 0,6 puntos porcentuales, con la pesca aportando un incremento de 0,1 punto porcentual (de 0,3% a 0,4%), el agro de 1,4 puntos (de 6,4% a 7,8%) y minas y canteras de 0,6 puntos (de 3,5 % a 4,1%).

Participación de los sectores transables en el PIB (II Trim de cada año)

Fuente: IERAL en base a INDEC.

¿Por qué desde IERAL prestamos atención al ratio valor agregado de bienes comercializables/ PIB? Es un indicador relevante por varias razones. Desde un enfoque coyuntural, hay que tener en cuenta que las correcciones a eventuales desequilibrios externos resultan menos traumáticas cuanto mayor es la participación en el PIB de los sectores que producen bienes y servicios transables. Este es un concepto conocido, pero vale la pena subrayarlo.

Otro aspecto conceptual, relevante para la Argentina por sus rasgos “bimonetarios”, pero a menudo olvidado, tiene que ver con una enseñanza de la crisis de la convertibilidad: un sistema bancario en el que convivan operatorias en pesos y en dólares requiere clausurar los descalces de moneda. Si se aspira a un bimonetarismo que no quede confinado a un mero sistema de monedas transaccionales, es clave que las entidades bancarias puedan tomar y ampliar el stock de depósitos en moneda extranjera pero, para ello, se requiere que los sectores “sujeto de crédito” (los que producen bienes y servicios exportables) se expandan en forma dinámica en términos del PIB. Más allá de la necesidad de estrictas normas prudenciales, la operatoria en moneda extranjera del sistema bancario no podrá ampliarse y generar efecto multiplicador si, del otro lado del mostrador, no se logra crecimiento sostenido del segmento exportable del valor agregado local.

Desde el punto de vista de la productividad y de la capacidad de la economía para reducir de modo sustentable la pobreza y mejorar la distribución del ingreso, no caben dudas que el modelo de crecimiento más apropiado para la Argentina pasa por asignar al estado y al mercado los roles que han probado ser tan efectivos en países como Corea, Israel, Irlanda, Nueva Zelanda, entre otros, que incluyen una política decidida de integración al mercado mundial. Así, se gana en productividad por firmas que amplían sus escalas de producción, incorporación de tecnología de última generación y especialización como instrumento de competitividad.

No debería haber conflicto entre exportaciones y mercado interno si se avanza en esa dirección, ya que se abre espacio a mayor formalidad laboral, capacitación de recursos humanos y desarrollo de clusters productivos en el interior del país.  La Argentina es un país muy poco integrado al mundo y la persistencia de los cepos complica la expansión de sectores que resulten competitivos en el mercado global, más allá de los nichos que se están desarrollando para hidrocarburos y minería, apalancados en el RIGI. Ya se ha analizado en estos informes que buena parte de la industria y de la actividad agropecuaria no están accediendo a las nuevas reglas de juego de ese instrumento de promoción.

La serie de los últimos 20 años es ilustrativa en lo que hace a la correlación de los ciclos de la macro con los vaivenes del ratio de sectores transables/PIB medido a precios corrientes. No debe ser considerado casualidad que el período de los “superávits gemelos”, de 2004 a 2006, coincida con los guarismos más elevados de este indicador, cuando la suma de pesca, agro, industria y minas y canteras capturaban el 34,5% del PIB a precios corrientes. Se conjugaron por esa época las secuelas de la devaluación pos-convertibilidad, que por los diez años previos de estabilidad y el ajuste fiscal de 2002/03 tuvo un limitado traspaso a precios, el comienzo de la mejora de los términos de intercambio por el boom de las commodities, y una economía que se había tornado más competitiva por la reconversión productiva de los años 90.

Más cerca en el tiempo, se observa que sucesivas devaluaciones se corresponden con situaciones previas que habían llevado el ratio bienes transables/PIB a mínimos: en 2009 el gobierno de entonces hizo una importante corrección del tipo de cambio oficial en un contexto en el que el valor agregado aportado por los bienes transables había descendido al 26,7% del PIB; a fin de 2013 la devaluación del peso ocurrió cuando ese ratio era similar al de 2009, mientras que el ajuste cambiario de 2018 sobrevino tras datos que mostraban una ponderación de agro, industria, minería y pesca de sólo el 24,1% sobre el valor agregado de la economía.

Los ejemplos mencionados permiten poner en perspectiva el significado del ratio de 27,6% observado en el segundo trimestre de 2024. El primer punto a resaltar es que, para lograr crecimiento sustentable de mediano y largo plazo, la performance de los sectores que producen bienes exportables debería ser más dinámica que el promedio.

No pocas veces los debates sobre el sector externo se enredan en indicadores que muestran tendencias contrapuestas, caso de etapas en las que el peso se aprecia (cae el tipo de cambio real) pero mejoran los términos de intercambio. Otro factor de confusión surge cuando son temporalmente divergentes el Indice de Precios al Consumidor y la evolución nominal del gasto público, por ejemplo. La ventaja que tiene seguir la dinámica de los sectores que producen bienes exportable en relación al valor agregado total de la economía es que en esta variable se condensan todos los indicadores mencionados más arriba: involucra cantidades (que dependen de los incentivos a producir) y precios en los que están embutidos tanto los términos de intercambio como los impuestos que recaen sobre el comercio exterior y, por supuesto, el tipo de cambio real.

Jorge Vasconcelos

Coordinador General de Revista Novedades.