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La industria todavía no experimentó a pleno el efecto multiplicador de Vaca Muerta

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La industria todavía no experimentó a pleno el efecto multiplicador de Vaca Muerta

El impacto de la explotación no convencional de hidrocarburos va mucho más allá del efecto sobre el sector externo, como ya lo demostró la experiencia de los Estados Unidos con el “shale”. En la Argentina, el efecto multiplicador sobre los proveedores de bienes y servicios “aguas arriba” de los yacimientos ya ha sido constatado, aunque no exista cuantificación precisa al respecto. 

Pero el efecto multiplicador “aguas abajo” recién está comenzando, y tiene que ver más con gas que con petróleo: el abaratamiento y la fluidez de esta fuente energética es un factor de competitividad de primer orden para actividades industriales intensivas en el uso del gas, y ésta apunta a ser una ventaja comparativa relevante de la Argentina en relación con el resto de los países de la región. Sin embargo, las inversiones industriales que aprovechan la disponibilidad de gas abundante y barato son, en general, proyectos de lento recupero, por lo que el nivel del “riesgo país” y otros factores institucionales tienen un peso no menor a la hora de tomar esas decisiones. Reformas pendientes como la impositiva y la laboral seguramente también tienen su influencia.

Pese a las turbulencias de la economía global, la transición energética no se detiene, y el gas es el menos contaminante dentro de las fuentes de energía eficientes, por lo que los avances productivos en Vaca Muerta deben verse también en la dimensión interna, no sólo por el potencial exportador del combustible. Una referencia útil es la ventaja en términos de costos de gas que Estados Unidos le sacó a Europa desde 2009/10 en adelante, a partir del boom del shale en Norteamérica.

Un aspecto menos divulgado de ese fenómeno tiene que ver con el hecho de que fue a partir de esa fecha que se registró un punto de inflexión en el declive tendencial que registraba la participación de la industria en el PIB de los Estados Unidos. Como es sabido, a partir de cierto grado de desarrollo, los países ven encoger el share de las manufacturas en el valor agregado total, por la importancia que adquieren los servicios. Esa tendencia se registra también en los Estados Unidos, pero a distintas velocidades en el “antes y el después” de la irrupción de la explotación no convencional de hidrocarburos: en 12 años hasta 2009, la participación industrial en el PIB cayó 4,4 puntos porcentuales, desde 16,1% en 1997 pero, desde esa fecha, en los 15 años hasta 2024, la merma se moderó en forma significativa, pasando ese guarismo de 11,7% a 10,0%. El achicamiento de la porción del PIB industrial en el total ocurrió a un ritmo anual promedio de 0,11 puntos porcentuales entre 2009 y 2024, que compara con 0,37 puntos por año entre 1997 y 2009.

Puede inferirse que la irrupción de Vaca Muerta puede generar condiciones para un freno en la caída de la participación de la industria en el PIB de nuestro país, pero que estamos en el umbral de esa etapa. La infraestructura de distribución del gas en el mercado interno apenas si se está completando; actividades industriales “aguas arriba” de los yacimientos ya han desplegado parte de su potencial, pero “aguas abajo” se requiere completar requisitos para que las oportunidades de inversión se materialicen.

Es amplio el listado de actividades industriales en las que el costo del gas es muy relevante en términos de competitividad. Entre ellas se tiene fertilizantes, fundiciones, ciertas plantas de procesamiento de alimentos, vidrio, cartón, alcohol, fibras orgánicas y una extensa gama de productos químicos. Fue en esos sectores en los que florecieron inversiones y empleos en los Estados Unidos tras el boom del shale.

Jorge Vasconcelos

Coordinador General de Revista Novedades.