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Vaca Muerta y minería, confirmando expectativas; ¿qué ocurre con el resto?

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Vaca Muerta y minería, confirmando expectativas; ¿qué ocurre con el resto?

El valor agregado de “minas y canteras”, que incluye petróleo y gas, está creciendo en los primeros tres trimestres de 2024 a un ritmo de 7,1% vs el mismo período de 2023, mientras que la balanza energética está pasando de un saldo neutro en 2023 a un superávit cercano a los 6,0 mil millones de dólares estimado para 2024, apuntando a 9,5 mil millones en 2025. 

La competitividad que se ha logrado en Vaca Muerta es muy significativa, como lo muestran los balances de distintas compañías que operan en el lugar, con costos de extracción de petróleo en el presente de entre 4,6 y 6,0 dólares por barril equivalente, cuando cinco años atrás esos costos de ubicaban en el andarivel de entre 9,1 y 9,8 dólares. Un fenómeno análogo comienza a darse en la minería del litio. 

A su vez, los primeros emprendimientos privados que se han presentado a la autoridad de aplicación para acogerse a los mecanismos promocionales del RIGI, confirman que el “centro de gravedad” pasa por energía y minería. De acuerdo a información periodística, ya estarían en consideración del gobierno proyectos vinculados a litio, parques solares, oro, infraestructura para gas licuado y oleoductos. El monto de los compromisos de inversión (en algunos casos, en varios años de ejecución) es de 7,8 mil millones de dólares para el acumulado de las carpetas en evaluación, concentrados en las provincias de Río Negro, San Juan, Mendoza, Salta y Catamarca.

Inversiones, tecnología y logística para la producción y el transporte de bienes y servicios con salida exportadora es la simbiosis que la Argentina necesita para salir del estancamiento de décadas. Pero esta dinámica no debería quedar confinada al ítem de “minas y canteras”. Aunque este sector habrá de capturar porciones crecientes del valor agregado del país, el punto de partida es modesto, ya que la ponderación de minas y canteras en el PIB es de 4,1%. 

Si se amplía el foco de análisis al conjunto de sectores que producen bienes exportables, a minas y canteras hay que agregarle manufactureras, agroganadería y pesca. Pues bien, en el segundo trimestre de 2024, último dato disponible, estos cuatro sectores representaron el 27,6% del PIB medido a precios corrientes. Es una ponderación casi 7,0 puntos porcentuales inferior a la de años de “superávits gemelos”, caso del período 2004/06. Cabe subrayar que, en las etapas de expansión insustentable del gasto público, este indicador que mide la participación de los sectores transables en la economía tiende a caer, porque dentro del PIB (el denominador del ratio) se computa al sector público.

Al segundo trimestre de 2024, los sectores transables, con una participación del 27,6% del PIB, superan en 3,0 puntos porcentuales el piso de los últimos 20 años, ubicado entre los años 2015 y 2018, con un promedio de 24,6% del PIB. La dinámica de minas y canteras podría permitir ampliar la significación de este segmento, pero hay que tener en cuenta que todavía su aporte es una fracción del total, por lo que la estrategia de crecimiento requiere ampliar la gama de rubros que garanticen expansión sostenida. ¿qué puede ocurrir al respecto con las manufacturas y la agroindustria?: representan el 15,3% y el 7,8% del PIB, respectivamente, en las mediciones a precios corrientes.

Como se observa en el gráfico adjunto, la minería (incluye hidrocarburos) ha venido creciendo a un ritmo anual acumulativo de 5,9% desde diciembre de 2019, hasta llegar a un índice 131,1, partiendo de 100 en aquella base. En cambio, en ese período la industria sólo logra un crecimiento de 0,8% anual acumulativo, siendo que la ponderación en el PIB de las manufacturas guarda una relación de casi 4 a 1 con Minas y Canteras.

Considerando la trayectoria referida y, teniendo en cuenta las actuales condiciones del mercado global y regional, es muy difícil proyectar el rol de la industria como una locomotora en términos de crecimiento y empleos. Sin embargo, la reconversión del sector manufacturero es clave para irradiar productividad al resto de la economía. De cara a 2025, corresponde consignar:

  • La continuidad de la recuperación del consumo y del crédito impactará positivamente en la demanda de una gama amplia de actividades industriales, pero, del otro lado, hay que tener en cuenta que dentro de los posibles coletazos de una eventual guerra comercial a nivel global se encuentra el desvío de comercio, si es que efectivamente China, México y Canadá encuentran dificultades para ingresar en los Estados Unidos. Son países que exportan por entre 430 y 470 mil millones de dólares/año a ese mercado, y un redireccionamiento hacia otras fronteras tendría fuerte impacto en los flujos de comercio exterior, particularmente en América Latina.
  • Estas condiciones difíciles se potencian por el hecho que Brasil, el principal socio en términos industriales, está ingresando en una etapa de desaceleración de su economía, explicada por el elevado nivel de las tasas de interés, derivado a su vez de los desarreglos fiscales. De crecer un 3,5 % en 2024, la variación del PIB esperada para 2025 es ahora inferior al 2,0%, siendo que en el plano cambiario las desventajas para competir están todas del lado argentino, ya que el peso registra un nivel de apreciación del orden del 42% frente al real, tomando como referencia el promedio de los últimos 27 años. Y el deterioro de las expectativas en Brasil, con un dólar/real que recientemente superó la paridad de 6,0, sólo podría revertirse con un giro pronunciado de la política fiscal del gobierno de Lula, un escenario que todavía no se vislumbra. Mientras tanto, la relación entre los salarios en dólares de Argentina y Brasil se ubica en la zona de mayores desequilibrios de las últimas décadas, tal como se ilustra en el artículo de Laura Caullo.
  • Los precios relativos tampoco favorecen una expansión agresiva de la agroindustria, más allá de los riesgos climáticos. De acuerdo a estimaciones de Franco Artusso, una tonelada de soja vendida en Rosario, a un precio actual del orden de los 301 mil pesos, tiene un poder adquisitivo en el mercado interno un 28,5 % inferior al promedio de los últimos 22 años; mientras que la merma para el caso del maíz es de 15,3% respecto del promedio, considerando el último precio de 183 mil pesos la tonelada. Bajo esas condiciones, subsisten dificultades para extender la frontera agrícola, el sector tiene menos efecto multiplicador sobre el resto de la economía, mientras que la inversión para lograr incrementos de productividad se resiente.  El problema de la excesiva presión tributaria (fundamentalmente por el factor retenciones) es un verdadero “freno de mano” para el sector, que lleva ocho años de estancamiento en el volumen de cosecha, un período en el que Brasil incrementó en 47% su producción de granos.
  • Del breve repaso de las condiciones bajo las que actúan los principales sectores que producen bienes exportables, surge que, además de los avances hacia la estabilización de la economía (en cierto modo, a propósito de esos primeros logros), se necesita redoblar el esfuerzo en dirección a una baja sustancial del “costo argentino”. 
  • Y esto pasa por mejoras sustanciales de infraestructura; darle prioridad a una reforma impositiva que permita diluir y/o eliminar los tributos más distorsivos, caso de retenciones e ingresos brutos; profundizar la modernización del funcionamiento del mercado laboral, achicando los costos no salariales, incluidos los que surgen de la industria del juicio; precisar el sendero por el cual la Argentina habrá de lograr una mayor integración al mercado mundial, entre otras. 
  • Organizadas de ese modo las prioridades, también deberían incluir el diseño cuidadoso de los marcos regulatorios para los casos de actividades/empresas a ser privatizadas. Más que los ingresos al fisco, lo que importa es la calidad y los costos de los servicios prestados, de modo que sean un aporte a la competitividad (concesiones de rutas, hidrovía y demás casos deberían ser filtrados por esos parámetros). Y las reglas de juego que se aplican para las inversiones bajo el paraguas del RIGI, deberían comenzar a generalizarse a todos los sectores y regiones del país.
  • Con un arsenal de instrumentos de ese tipo, podría despejarse el camino para la expansión que parece asegurada en minería y en la explotación no convencional de gas y petróleo y, simultáneamente, lograr que salgan del estancamiento al resto de los sectores, que incluyen industrias con potencial competitivo, el complejo agro-ganadero, forestación, pesca e industria celulósica, entre tantas otras.

Jorge Vasconcelos

Coordinador General de Revista Novedades.